En los
huesos
1
Todo quedará en
los huesos: el fósforo saldrá por las noches
a buscar lo que
haya dejado olvidado, vendrá a buscarnos, no lo dudes,
gacela del amor,
pobre novia de la cuerda rota. Los huesos
son de fósforo
para eso ¿no sabías? Para encender fuegos fatuos.
¿Los has visto
por la noche? Son mucho más interesantes de día,
cuando no
esperas que nada vuelva porque el día es para avanzar
y no mira hacia
atrás, siempre hacia atrás, como la noche.
2
Nos conocimos a
los cuarenta, pobre novia
de la cuerda
rota, pero todavía no habíamos nacido.
Yo también soy
un novio reventado de años y de países, uno
que intentó
ponerlo todo negro sobre blanco. Nací
hace poco, lo
sabes, justo ahora que tú has dejado de vivir
en mis huesos.
Los polos son así: atraen estos metales
en la dirección
correcta, pero de tiempos no saben nada.
3
Todo quedará en
los huesos: el metano será el guía.
Yo no tengo un
camino, pero él sí lo tendrá. Ya lo tiene ahora,
lo que ocurre es
que no quiere decírmelo. No sabemos hablar
con los
elementos que tenemos dentro, eso es lo triste.
Hablamos con
largas palabras que nadan en el aire, pero los que saben
adónde iremos
son ellos: un par de letras y números sin alarde.
Espéralos,
llegarán a tiempo, siempre a tiempo.
4
Nos conocimos a
los cincuenta, pobre novia
de la cuerda
rota, pero a los cincuenta pudimos reinventarnos
porque hay
imaginación ahí, es la edad más dorada de la plata.
No necesitas
todavía un clavo puesto en la costilla que te permita
funcionar otra
mañana, los huesos sostienen bien tu fábrica
y la edad ya te
alarga la vista pero aún no te acorta la mirada.
La mirada se
resiste a ceder el tramo de horizonte que le queda.
5
Todo quedará en
los huesos: arderán verdes, azules y blancos.
Tal vez alguien
los siga pensando que guían hacia un tesoro
enterrado, y
tendrá razón. Los metales enterrados en nuestro cuerpo,
ahí desde
nuestro nacimiento, metal que se mueve sobre la tierra
con nosotros y
luego vuelve de ella para decir el color
que hemos
tenido, la suma de nuestros números, la letra
que nos faltaba.
Y la altura que no teníamos.
6
Nos conocimos a
los sesenta, pobre novia
de la cuerda
rota, en el subsuelo al que nos llevaron
los nobles
materiales de nuestros huesos: el agua, bien común
y nada natural,
el carbonato de calcio para el cemento y eso
que se llama
tejido conectivo, porque conecta, ¿no es cierto?
Conecta tu
calavera con mi calavera, tu ceniza que busca
mi ceniza, el
amanecer del que las dos provienen, y la noche.
7
Todo quedará en
los huesos, pero estaremos ya libres
del deber de
indagarlo. Lo mejor de los huesos es que
ya no necesitan
mirar ni que los miren, por eso los ocultamos.
El fuego verde,
azul y blanco es una excepción graciosa
pero sólo
confirma la regla. Todo quedará en los huesos,
en colágeno que
ha partido, en agua evaporada, en periostio
y endostio sin
medula, en humo, en polvo, en nada.