miércoles, 13 de noviembre de 2013

Herencias



Dragones

Su tótem era el cocodrilo.
Se quedaban horas mirándose inmóviles
los dos, uno a cada lado del arroyo.
En los zoológicos, llegaba hasta los cocodrilos
y se daba la vuelta para buscar la cafetería.
Se movía con parsimonia en tierra
pero en su elemento era imbatible.
Su elemento eran las palabras,
el aire de las conversaciones.
Tenía los ojos verdes y la piel dura
a golpe de desgracias, pero podía ver el cielo
todo el día, buscar el sol, quedarse absorto
cuando soplaba el viento del norte
como quien no hace nada pero acecha.
Mi padre nació en el año del dragón
de tierra, que será lo más cercano
que los chinos tengan a un cocodrilo.



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En el umbral

Sin aviso, un día de sus ochenta,
mi padre comenzó a armar un rompecabezas
usando piezas de cien rompecabezas diferentes.
Las piezas quizá tenían la forma adecuada
–al fin y al cabo él se las había dado–
pero no lograban un paisaje:
una frase de aquí, un proyecto
que no cuajó hace cuarenta años,
una fecha importante recordada
repentinamente (y que vuelve
a perderse con la misma rapidez)
no suelen encajar muy bien.

Su trabajo diario consistía
en dejar de ser –él mismo
escabulléndosele entre las manos–
con el mismo esfuerzo que había puesto
en llegar a ser. Atrás quedaba
esa planicie entre los dos puntos
de la que vengo yo mismo
y tantas cosas que conozco.
A menudo pienso qué de todo esto,
cuál de estos rostros, estas conversaciones,
estos momentos en los que está todo
y estos en los que no alcanza
a haber nada, acabarán teniendo un lugar
en ese rompecabezas delirante
cuyas piezas se van acumulando
día a día dentro de mí.
Y espero con ganas –como es de justicia–
que este señor de elegante guayabera
al que veo ahora mismo en el umbral
sea una de esas piezas
a las que ya estoy dando forma
con el calor diario de mis manos.


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Herencias

Saqué la pluma y firmé. Felicidades,
acaba de heredar un cocodrilo
de tres metros de largo, una manada
de monos saraguatos, varios garrobos
(si no saben lo que son el diccionario
de americanismos les mostrará un dragón
pequeño color madera) y cuanto consta
en el acta, desde el tucán de la naranja
hasta la boa de la bodega. Efecto inmediato.
Miré la pluma largo rato. Luego pensé
que los animales que mejor conozco 
son de tinta. La guardé. Ahora tengo animales
en el bolsillo. Tal vez, con un poco de suerte,
los dejaré en herencia a mi vez junto con la pluma
Tal vez tenga suerte y ya no dejaré tras de mi 
sólo un montón de tinta seca.

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* De Una fe provisional. Poesía 1992-2012, Cáceres, Ediciones liliputienses, 2013, y Realidad y márgenes. Poesía 1992-2012, México, Coneculta-Chiapas, 2013.


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