lunes, 22 de mayo de 2017

De El jardín de la señora D.




En los huesos

1

Todo quedará en los huesos: el fósforo saldrá por las noches
a buscar lo que haya dejado olvidado, vendrá a buscarnos, no lo dudes,
gacela del amor, pobre novia de la cuerda rota. Los huesos
son de fósforo para eso ¿no sabías? Para encender fuegos fatuos.
¿Los has visto por la noche? Son mucho más interesantes de día,
cuando no esperas que nada vuelva porque el día es para avanzar
y no mira hacia atrás, siempre hacia atrás, como la noche.


2

Nos conocimos a los cuarenta, pobre novia
de la cuerda rota, pero todavía no habíamos nacido.
Yo también soy un novio reventado de años y de países, uno
que intentó ponerlo todo negro sobre blanco. Nací
hace poco, lo sabes, justo ahora que tú has dejado de vivir
en mis huesos. Los polos son así: atraen estos metales
en la dirección correcta, pero de tiempos no saben nada.


3

Todo quedará en los huesos: el metano será el guía.
Yo no tengo un camino, pero él sí lo tendrá. Ya lo tiene ahora,
lo que ocurre es que no quiere decírmelo. No sabemos hablar
con los elementos que tenemos dentro, eso es lo triste.
Hablamos con largas palabras que nadan en el aire, pero los que saben
adónde iremos son ellos: un par de letras y números sin alarde.
Espéralos, llegarán a tiempo, siempre a tiempo.


4

Nos conocimos a los cincuenta, pobre novia
de la cuerda rota, pero a los cincuenta pudimos reinventarnos
porque hay imaginación ahí, es la edad más dorada de la plata.
No necesitas todavía un clavo puesto en la costilla que te permita
funcionar otra mañana, los huesos sostienen bien tu fábrica
y la edad ya te alarga la vista pero aún no te acorta la mirada.
La mirada se resiste a ceder el tramo de horizonte que le queda.


5

Todo quedará en los huesos: arderán verdes, azules y blancos.
Tal vez alguien los siga pensando que guían hacia un tesoro
enterrado, y tendrá razón. Los metales enterrados en nuestro cuerpo,
ahí desde nuestro nacimiento, metal que se mueve sobre la tierra
con nosotros y luego vuelve de ella para decir el color
que hemos tenido, la suma de nuestros números, la letra
que nos faltaba. Y la altura que no teníamos.


6

Nos conocimos a los sesenta, pobre novia
de la cuerda rota, en el subsuelo al que nos llevaron
los nobles materiales de nuestros huesos: el agua, bien común
y nada natural, el carbonato de calcio para el cemento y eso
que se llama tejido conectivo, porque conecta, ¿no es cierto?
Conecta tu calavera con mi calavera, tu ceniza que busca
mi ceniza, el amanecer del que las dos provienen, y la noche.


7

Todo quedará en los huesos, pero estaremos ya libres
del deber de indagarlo. Lo mejor de los huesos es que
ya no necesitan mirar ni que los miren, por eso los ocultamos.
El fuego verde, azul y blanco es una excepción graciosa
pero sólo confirma la regla. Todo quedará en los huesos,
en colágeno que ha partido, en agua evaporada, en periostio
y endostio sin medula, en humo, en polvo, en nada.